No cerramos en agosto de Eduard Palomares


 

 

Título No cerramos en agosto

Autor Eduard Palomares

Editorial Asteroide

 

Sinopsis.

 

Jordi Viassolo consigue un trabajo de becario –temporal y mal pagado– en una agencia de detectives de Barcelona. La misión que le encargan es simple: mantener el despacho abierto durante el verano sin meterse en líos. Todo cambia cuando aparece un cliente desesperado asegurando que su mujer ha desaparecido. Se trata de una investigación aparentemente sencilla, perfecta para que el tímido e inexperto Viassolo comience a foguearse en la calle. Sin embargo, el caso se complica y el aprendiz de detective deberá alejarse de la burbuja en la que ha vivido como estudiante y empezar a poner en práctica lo que hasta ahora solo conocía de oídas.

 

Opinión.

 

He leído que es su debut literario, y sinceramente, he dudado, pero al final tengo que valorar que me entretuvo esta versión cotidiana y de a pie de la novela negra, fuera de los clichés del género. El escritor usa el crimen como excusa para recorrer la ciudad de Barcelona y sus problemas. Porque en sus páginas queda retratada la sociedad de hoy, los alquileres elevados para la juventud, los contratos basura y la falta de oportunidades para cualquier negocio. Pero ojito, que parece que esta situación es de ahora, y no es así. Mi primer trabajo fue en El Corte Inglés los fines de semana, éramos «los sabaderos», me pagaba la carrera y me permitía estudiar. Renovaba, día a día y mes a mes, esto a mí no me parece estabilidad. Luego pasé a ser fija de plantilla, tres o cuatro años más tarde, un trabajo de todos los días no solo fines de semana.

Para comprarme un piso, me fui al extrarradio de Madrid, a un barrio que por entonces tenía muy mala reputación, San Blas, año 1990, epicentro de la droga. Había conflictos a plena luz del día con toxicómanos que iban a por su dosis con un mono impresionante. Dos veces me dio el alto la policía cuando salía de la boca del metro corriendo camino de mi casa, con el gorro de lana calado hasta el cuello y la bufanda hasta el puente de la nariz, como una falsa armadura, «si no miro las peleas de yonquis o los toxicómanos con la navaja para sacar dinero para el siguiente pico, no me ven». Me educaron en el miedo... como escribió Karmele Jaio.

He doblado en Navidad, balances y rebajas, he cambiado turnos para cuadrar la agenda de compañeros y la mía con los exámenes de la universidad. Ahora parece que todo tiempo pasado fue mejor. Y lo que, si es cierto, es que hay una etapa para cada cosa, y la juventud esta llena de sacrificios..., no lo veamos así, porque ese es el error o el mensaje que nos venden, es tiempo de sembrar para recoger en el futuro, así me lo contaron mis abuelos, mis padres y así lo veo yo y se lo digo a mis hijos. Hace poco me preguntaron: ¿ser joven y rico y morir viejo y pobre, o al revés? Ya os he contestado. Pero esto nada tiene que ver con la novela o sí. 

 

Recasens si cumple con el estereotipo del detective de la novela negra, pero es eclipsado por el becario, Jordi Viassolo, veo una metáfora muy interesante entre estas dos figuras. Mi interés, lejos del crimen, vuelve a centrarse en los personajes. Jordi y sus amigos, reflejan la juventud de hoy, «la crisis del cuarto de vida», término acuñado por Abby Wilner. Lo que tienen en común lo amigos es que se sienten incompletos o no tienen trabajo o están subempleados. Y es que la primera parte de nuestra vida se basa en formar un ego saludable, un estudio que Carl Jung ya desarrolló, pero poco caso se le hace, la segunda mitad de nuestra vida la destinamos a librarnos de ese ego y explorar quién soy en realidad, nuestro yo interno.

                Y los amigos de Jordi están rodeados de estrés, incluso nuestro propio protagonista, que sabe que, si no hace algo sobresaliente, se quedará sin trabajo al final del verano o será becario el resto de su vida. Y es que nuestro protagonista disfruta de una falsa madurez, ir por ahí contando a cualquiera el caso que lleva entre manos cuando hay muertos por medio, y por lo tanto asesinos despiadados, nos dice que acepto algunas responsabilidades de la edad adulta, pero sigue con un pie dentro de la adolescencia tardía.

                En fin, nuevamente mi atención se centra en las personas de carne y huesos retratadas en tinta. 


No cerramos en agosto

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