El vuelo del colibrí de Michael Nicoll Yahgulanaas

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#Elvuelodelcolibrí

#MichaelNicollYahgulanaas

Traducción #AnaMataBuil

Edita #Oceano

 

Sinopsis

 

Arrojando gota a gota el agua de un arroyo, Dukdukdiya, un pequeño colibrí comprometido y valiente, logró apagar el tremendo incendio del gran bosque ante la mirada atónita de los demás animales. Este relato está inspirado en una parábola del pueblo quechua de Ecuador y en los haida del Norte del Pacífico que llaman al colibrí "dukdukdiya" una imitación del canto suave de este pajarillo. Convertido en un auténtico talismán para los ecologistas del mundo entero, El vuelo del colibrí, magníficamente ilustrado por Michael Nicoll Yahgulanaas, cuenta con la colaboración de dos grandes personalidades en materia de derechos humanos y del medio ambiente: Wangari Muta Maathai, Premio Nobel de la Paz en 2004 y Su Santidad el decimocuarto Dalai Lama. El vuelo del colibrí es una conmovedora fábula que nos invita a intervenir en la protección y defensa de los limitados recursos naturales de nuestro planeta.

 

Impresiones

 

Esta lectura me ha enfurecido, con la edad y mis circunstancias soy muy crítica ante las narrativas que idealizan el poder de la acción individual, estoy agotada de ver cómo se simplifica problemas muy complejos, ¿cómo que un pequeño colibrí acabará con el incendio de un bosque? ¡Estamos tontos! Y si no te ha gustado, ¿por qué la traes? Porque a pesar de mi escepticismo, un cuento siempre es una herramienta para inculcar valores y el cuento no dice que el colibrí lo consiguió ni tampoco que el resto de animales no se unió a él. Es importante que los niños comprendan que el ser humano no sobrevivirá en un entorno sin árboles, los problemas ambientales son reales, pero también el problema social, la culpa no es del hombre de a pie, los que dirigen el mundo marcan las reglas del juego, es importante la acción de cada uno de nosotros, pero tenemos que exigir responsabilidades políticas y a las empresas. Lo siento mucho, pero la palabrería de hoy responde a la impotencia y la frustración que llevo meses cargando.

 

Estos eran los cuentos que les leía a mis hijos, estos con finales felices donde les explicaba que un granito de arena cuenta, ya no. Un granito de arena blanco, de un blanco resplandeciente, no se ve en una playa de arena negra, que nadie nos venda la burra. Un cuento precioso para leer en la tierna infancia, la lucha de un colibrí por sofocar un incendio en su bosque, todos huyen menos él, «Hago lo que puedo».

                La responsabilidad universal, cada uno de nosotros somos responsables del planeta, ¿yo soy responsable del planeta? ¿Yo, precisamente yo? No, tú eres uno más. ¿Yo puedo elegir? Claro que puedes elegir. ¿Yo puedo decir en mi trabajo que teletrabajo para no contaminar y ayudar al planeta? Si puedes realizar tu trabajo desde casa, claro que puedes. Si voy a mi jefe y se lo digo «desde mañana teletrabajo», ¿qué me dirá? ¿Si reciclo ayudo al medio ambiente? Claro. ¿La empresa que recicla hace un buen uso de esos deshechos? Si no reciclas correctamente serás responsable del cataclismo mundial. ¿Yo? Sí tú. Yo. El consumidor tiene la responsabilidad y la culpa, y ¿las políticas interesadas? ¿Hasta qué punto la acción individual puede marcar la diferencia frente a problemas sistémicos?

                La primavera pasada en el monte de mi pueblo se empezó a mover la tierra sin saber el motivo, toneladas de tierra, se destrozó toda una ladera. Acudimos con escritos a muchos organismo y asociaciones, cuando del ayuntamiento no obtuvimos respuesta de por qué ese desastre natural, a qué respondía. Allí donde creíamos que nos ayudarían, escribimos, acudimos a muchas puertas, vía correo electrónico, silencio como respuesta, bueno, SEPRONA abrió expediente, se lo pasó al ayuntamiento, responsable del estropicio. ¿Cómo sigue la historia? David no puede con Goliat, porque Goliat se ha montado un chiringuito de mucho cuidado, el pobre David es sepultado bajo leyes que no entiende, organismos que debían defenderle, pero…, tanto ecologismo, tanta asociación de árboles, pájaros y tomillo, pero aquí hay algo más, la frustración de unos pocos vecinos a la inacción de las instituciones, bueno, embellecerán la cosa, pero no lo dejarán igual porque es mucho dinero, entonces ¿por qué se emprendió un plan tan absurdo? ¿Por qué no se paró en la primera queja? ¿A quién interesaba? David tiene miedo, porque tiene más que perder que ganar, que nadie os venda la burra.

 

Por eso me gustan los cuentos noruegos, no te hacen creer que el mundo es mejor si intentas hacer el bien, no te crean ilusiones, el mundo está en manos de los poderosos, cada cosa que se hace enriquece a alguien, el tema, no sabemos a quién. La complejidad de los problemas ambientales no los vamos a solucionar los tipos de a pie, ni siquiera tenemos medios ni organismos a los que acudir, ¿quién destroza un monte? Quien puede hacerlo. Quien sabe que es intocable, este es un grave problema social, de antes y de ahora, el político es intocable. Mi experiencia personal me ha hecho muy crítica, ya lo era, pero ahora un poco más.   

 

 

¡Feliz lectura!

 

 

Autor

 

Michael Nicoll Yahgulanaas es artista visual, autor y orador público. Su trabajo se ha visto en espacios públicos, museos, galerías y colecciones privadas de todo el mundo.

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