Virginia Woolf

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Tal día como hoy…

… el 25 de enero de 1882 en Londres, Reino Unido, nación #VirginiaWoolf.


 


 


Adeline Virginia Woolf, más conocida como Virginia Woolf, fue una escritora británica, autora de novelas, cuentos, obras teatrales y demás obras literarias; considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional. Hoy os traigo una de sus obras más conocidas, Un cuarto propio, incisiva y a la vez divertida.

 

 

Un cuarto propio, 1929.

 

He leído dos o tres veces esta obra, nunca me había fijado en la forma de leer de Virginia Woolf, me he sentido tan identificada, tanto. Es una obra que plantea la situación de la mujer en muchos ámbitos de la vida, lo ridícula que es algunas situaciones, incluso estudios sobre la mujer escritos por el hombre. Describe la relación entre hombres y mujeres, el rol que debe ocupar la mujer en la sociedad patriarcal y las consecuencias de la resistencia de esta a seguir los cánones marcados.

                Subraya la importancia de la independencia económica para que las mujeres puedan desarrollar su potencial creativo. Woolf argumenta que, sin recursos propios, las mujeres están condenadas a la dependencia y a la sumisión, triste, pues ellos tejieron las cadenas, la mujer no podía heredar, no podía trabajar, no podía sin el control y cuidado de un varón. Una y otra vez se trata de cortar las alas. Una crítica certera al patriarcado y a los mecanismos que utiliza para mantener a las mujeres en una posición de inferioridad. Woolf expone cómo los hombres construyen narrativas que refuerzan su propio poder y minimizan el valor de las mujeres, por eso se debe leer con una mirada larga.

                Hay tanto en tan pocas páginas que una no sabe por dónde empezar. De como el hombre anula a la mujer hasta empujar a esta al enfado, la amargura y todo por miedo, miedo a ser superado por una mujer «La inferioridad mental, moral y física del sexo femenino». MIEDO. Pág. 46, «Sin embargo estaba enojado… Cuando leí lo que escribió sobre las mujeres, no pensé en lo que estaba diciendo, sino en él». Cuando alguien nos cuenta, o nos escribe, siempre hay que mirar más allá, «Es muy posible que, si el profesor recalcaba con algún énfasis la inferioridad de la mujer, le interesaba menos esa inferioridad que su propia superioridad», cuando alguien nos cuenta lo mala que es la gente, lo desagradecida que es o lo que sea esta recalcando algo más, mira que buena soy, mira que generosa soy… «… él era una joya de gran valor». «Hace siglos que las mujeres han servido de espejos dotados de la virtud mágica y deliciosa de reflejar la figura del hombre, dos veces agrandada». Necesitan ver nuestra admiración, cuando no lo consiguen, nos sepultan.

                Es importante tener un cuarto propio, pero también un espejo y no aceptar cualquier reflejo.




Clarissa Dalloway y su invitada, 



«…no hay nada que pueda reemplazar a la infancia».

 

Dos breves relatos que se resumen en dos grandes ideas que rodean la obra de Virginia Woolf, el deseo de libertad y resiliencia.

 

«Cuánto sufrían las personas, cuánto sufrían, pensó al recordar a la señora Foxcroft la noche anterior en la embajada, engalanada con joyas y el alma rota…».

 

                Curiosa la elección del verbo, engalanar. El testimonio de la mujer insatisfecha con su vida, cumpliendo con lo que se espera de ella dentro de la sociedad. Virginia Woolf es sensible a lo que la rodea, pero quiere mantener cierta distancia con sus personajes, desde la posición de la señora Dalloway profundiza en el dolor, que lo conoce, le es familiar y la debilita. Intenta que Clarissa se aísle de él, que parezca inmune, superficial y frívola comprando guantes hasta los codos, pero…, ¿lo logra?

 

                «Para encontrar algo que merezca la pena uno debe volver al pasado».

 

                Con los años la visión del mundo cambia, nuestras experiencias modifican nuestra personalidad, nuestro pensamiento, sentimientos y decisiones cambian.

 




De viaje,



 «No puedo explicar el inmenso placer que es para mí comprar un libro» 


Yo tampoco. He conocido a Virginia Woolf a través de sus obras, una mujer muy inteligente que satirizaba sobre el amor romántico, que habló de la homosexualidad, de la transexualidad, fascinante novela Orlando, cambió de género, un ser andrógino, pero no de identidad, ¿sí o no? No cambia Orlando, cambia la sociedad, se burla de los roles de género. Cuando uno piensa en ella, recuerda sus fotografías y una palabra viene a la mente, tormento.


                En esta obra conoceremos la evolución, unos dirán de la mujer, otros de la escritora, yo su frágil equilibrio. Porque esta obra nos dice cómo era Virginia en dos partes, empieza en 1897 hasta 1912 cuando se casa con Leonard Woolf, y de aquí al final. Diarios y cartas, ¿existe algo más personal e íntimo? El mayor cambio lo tenemos en las descripciones del paisaje, qué pena no poder leer cada fragmento en el lugar en el que fueron inspirados, y el segundo cambio, la extensión.


                «En ciertos estados de ánimo que conozco, no viviría aquí…; es como si cerraras los muros con espesa hiedra entre tú y el mundo; dentro de ellos, todo es belleza antigua y paz»


                ¿A qué estados de ánimo se refiere? Mucho se habla de la bipolaridad que sufrió y esos largos periodos de una existencia amarga, no carentes de base, en esos momentos, ¿qué nos dice? ¿Qué no le gusta que la encierren o que no soporta la belleza y el silencio? Cuanto más silencio, más se escucha el ruido de la cabeza.


                Virginia Woolf creció rodeada de literatura, artistas e intelectuales, «El problema, como de costumbre, son los libros, cuáles llevar y cómo hacerles sitio». Una mujer culta y refinada con una alta sensibilidad, la primera parte de esta obra muestra una gran carga sensorial, conmovida por el arte, capacidad de entrega y de búsqueda, empática. «Hay carteles de corrida de toros por todas partes. Me alegro de que nos los perdamos» «¡El Zoo de Mánchester! Qué grotescos son esos espectáculos de segunda en los que la vida te arremolina». Y avanza el diario, y Virginia calla lo que no se puede ni siquiera escribir, sí en la ficción, la fantasía como mecanismo de defensa para maquillar la realidad, y lo dice, pero no de una forma clara, «trataré de ser una servidora honesta (147)…, Como si quisiera complacer a mi propia vista si quisiera leerlo después», ella es consciente que se esconde detrás de sus obras, que maquilla la realidad hasta en el diario, porque cuando se crece rodeada de silencios, torturada por aquello que no se puede decir, castrando las emociones, aparentando normalidad y buen trato, ¿qué queda? Un refugio, la literatura, pero en la segunda parte, en varias ocasiones, sin mencionar que ya no hay tanta descripción del paisaje, nos dice que no encuentra las palabras, que no tiene ganas de escribir «Si he intentado escribir, una y otra vez, pero enseguida me quedaba dormida. Además ¿de qué sirve escribir?», ni de viajar, ni de visitar, pierde el sentido de su existencia, ¿qué le queda?


                Quién en un diario escribe «somos muy felices y buenos», añade, «Nadie dirá de mí que no he conocido la felicidad perfecta, pero pocos podrán señalar el momento o decir qué la provocó». En otro momento se pregunta, ¿se puede ser demasiado feliz?


 






¡Feliz lectura!     

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