Oblómov de Iván A. Goncharov

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Traducción #LydiaKúperdeVelasco

Edita #Alba

 

Sinopsis

«Estar tumbado no era para Oblómov una necesidad como lo es para el enfermo o para el que tiene sueño, ni una casualidad como para el que está cansado, ni siquiera un placer como para el perezoso; era un estado normal». Sin moverse de su diván, enfundado en un raído batín asiático, el héroe de esa novela es la personificación perfecta de la indolencia y la inactividad. Heredero terrateniente, eterno ausente de una hacienda fraudulentamente administrada, con una malograda carrera en el funcionamiento y en un retraimiento temprano de la vida social, Oblómov conocerá de pronto, al cabo de los años y a instancias de su gran amigo, el emprendedor Shtolz, un extraño renacer, una misteriosa sacudida que por un momento le hará creer en la posibilidad de otra clase de vida, en la que asoman insospechadamente la confianza y el amor.

Oblómov (1859) de Iván A. Goncharov es una de las obras centrales de la literatura rusa, una de las máximas ilustraciones del tipo del “hombre superfluo” que tanto preocupó, asimismo, a Pushkin o a Turguéniev. Diálogos y gestos puros, una perfecta organización dramática, un humor sostenido y elocuente y una narración distanciada y comprensiva a la vez son algunas de las claves de esta magnífica novela en la que todo despide vida y claridad.


Impresiones

Oblómov se publicó en 1859


Solo dejo el resumen de algunas frases...

«¡Y qué bien sentaba a los rasgos de Oblómov y a su muelle cuerpo la ropa de casa!»

Es más, él en lo privado, flexible, satisfecho con lo cotidiano... ¿Qué nos dice esa frase del narrador? Siente cariño por él, no lo considera un héroe ni mucho menos... 

 

«¡Solo del dinero se preocupan! --dijo Oblómov-- ¿Por qué no me presentas las facturas poco a poco y no todas a la vez?» 

Oblómov no niega que las facturas existan, no quiere resolver el problema, solo dosificar la molestia. Proteger su comodidad emocional. Prefiere vivir en una calma ilusoria antes que enfrentarse a la responsabilidad. Tira balones fuera, ellos solo piensan en dinero, cuando en realidad el conflicto nace de su propia inacción. Encaja con el oblomovismo, una forma de vivir marcada por la inercia, el aplazamiento y el rechazo a lo desagradable. Pero sobre el humor del autor ¿qué dice? El humor de Goncharov es irónico y psicológico, no de carcajada. La frase es graciosa porque es profundamente humana, todos entendemos ese deseo de no ver el problema completo. Crítico sin ser cruel, el autor no ridiculiza a Oblómov de manera directa; deja que sea el propio personaje quien se delate con su lógica absurda. Basado en el contraste entre la gravedad objetiva del asunto (deudas, facturas) y la respuesta infantil o escapista del protagonista. 

Goncharov usa ese humor suave para hacer una crítica social y moral sin necesidad de sermones.

Por cierto, sobre Zajar, un refrán, se pega todo menos la hermosura 😅😅😅, le encaja como anillo al dedo porque resume, en una sola línea, su papel y el tipo de humor que lo rodea. Zajar absorbe los defectos de Oblómov, pero no sus supuestas virtudes. Aprende la pereza, la dejadez, el desorden… pero no la nobleza, ni la dignidad que Oblómov parece conservar. Es una imagen degradada del amo, casi un espejo grotesco, lo imita sin entenderlo y lo lleva al extremo. No es solo torpe o descuidado, es cómplice del inmovilismo. Todo lo malo se contagia, lo bueno no. Ironía social: ni el criado mejora al amo ni el amo eleva al criado; ambos se hunden juntos. ¿La decadencia es contagiosa? Evidentemente, SÍ.

 

«Se debe representar al ladrón, a la mujer caída, al imbécil engañado, pero sin olvidar que son seres humanos [...] Creen que para pensar, el corazón sobra»

Habla Oblómov, pero también habla claramente Goncharov. Oblómov está defendiendo una idea humanista, el ladrón, la mujer caída, el engañado no son tipos ni caricaturas, sino personas completas, con dignidad, contradicciones y sufrimiento. La segunda frase de un diálogo muy revelador y un capítulo de diez, «Creen que para pensar, el corazón sobra» critica una mentalidad fría, racionalista o moralizante que analiza a los seres humanos como casos, no como vidas. No vale juzgar sin comprender. Muestra tener mucha sensibilidad, pero... ¿cuánto vale una cualidad en un ser como él, un ser inactivo? 

 

«Ahora, a unos dos años, le pedí prestado 50 rublos. Como verán, no se trata de una suma que pueda considerar importante. Era cosa de olvidar. Pues no, él lo recuerda. No pasó un mes sin que me diga. ¿Qué hay de la deuda? ¡Me tiene harto! Soy un hombre pobre, decía, necesito ese dinero. ¡Como si yo no lo necesitará! ¿Soy ricachón, acoso, para regalar de golpe cincuenta rublos?» 

Tarántiev es un personaje frustrado y resentido, perfilado con una precisión casi despiadada. Vive en una sensación permanente de carencia, no solo le faltan recursos, sino reconocimiento. Los 50 rublos no son el verdadero problema; el problema es que le recuerdan su fragilidad social. La insistencia del acreedor lo humilla: lo obliga a verse como alguien que debe, y eso lo irrita. «¡Como si yo no lo necesitara!», «¿Soy ricachón acaso?». Se justifica, se siente atacado. Transforma al otro en villano para no asumir responsabilidad. El lenguaje es agresivo, exagerado, casi paranoico, ahí aparece el resentimiento. El mecanismo psicológico, se victimiza para legitimar su falta. Convierte una deuda objetiva en una ofensa personal. No soporta que alguien más pobre que él le reclame: eso rompe la jerarquía que necesita para sentirse a salvo. Oblómov despierta ternura, Tarántiev todo lo contrario, un jeta. Goncharov no reparte simpatía a ciegas. Os animo a leer con detenimiento cómo describe a este personaje y su breve historia.

 

«El viejo Oblomov entregó a su hijo la propiedad tal y como él la había recibido de mano de su padre. Aunque había pasado toda su vida en el campo, no se lo daba de listo. No se desganaba los sesos en buscar nuevas fuentes de productividad de la tierra ni en extender e intensificar las viejas...»

Bueno, bueno..., heredabilidad, aquí Goncharov ya no retrata a un individuo, sino una herencia. El padre de Oblómov conservó, no aspiró a mejorar su situación. No fue torpe ni ignorante, simplemente no vio la necesidad del cambio. La frase «no se lo daba de listo» rechazaba el esfuerzo intelectual. Luego añade: No le gustaba [...] ni el esfuerzo para conseguir dinero.  Aquí habla Goncharov de manera muy directa, critica a la nobleza rural rusa, que vive de rentas sin creatividad ni responsabilidad histórica. Señala una clase que hereda sin merecer y transmite sin mejorar. Hereda no solo la propiedad, también un rasgo. Me viene a la cabeza Parábola de los Talentos. Evangelio según San Mateo 25, 14-30 (hay una versión similar en Lucas 19, 11-27). Un señor se va de viaje y reparte su dinero entre tres siervos, creo recordar, a uno le da cinco talentos (monedas), a otro dos y al tercero uno. Los dos primeros invierten lo recibido y lo duplican. El tercero, por miedo, entierra la moneda y no la hace producir, el miedo lo justificó y difiendo mejor que la desgana de esta familia. Conclusión, Dios da dones y capacidades a cada persona y espera que los usemos y los hagamos fructificar, no que los ocultemos por miedo. Nos educan en el esfuerzo, lo tenemos gravado a fuego.

 

«Jamás las turbaban confusas cuestiones mentales o morales, por eso gozaban siempre de espléndida salud y buen humor, y vivían tantos años. A los cuarenta, los hombres parecían unos mozalbetes. Los viejos no se enfrentaban a una muerte angustiada, difícil, sino que morían como a hurtadillas, y habiendo alcanzado edades inverosímiles, se apagaban quedamente; exhalaban sus últimos suspiros sin que nadie se diera cuenta. Por ello, suelo decirse ahora que la gente de antes era más fuerte».

Goncharov es un genio, nos seduce con la vida eterna, pero a qué precio. Ese remanso de paz, sin conflictos mentales ni morales, está algo envenenado. Hay salud, longevidad, buen humor. La muerte llega sin drama, casi sin conciencia. La vida fluye sin sobresaltos. Es el ideal de Oblómovka: una existencia sin fricción, sin preguntas incómodas, donde ha crecido nuestro protagonista viendo a su padre pasear de un extremo a otro de la habitación con las manos en la espalda o a su madre tomando café, té y almuerzos. No hay cuestiones morales, no porque estén resueltas, sino porque no se formulan. No hay angustia ante la muerte, no por sabiduría, sino por inconsciencia. Se vive mucho, pero ¿para qué? «Se apagaban», no mueren, se extinguen. Morían “sin que nadie se diera cuenta”, tristísima. Goncharov imita el tono nostálgico del “antes todo era mejor” para vaciarlo desde dentro. ¿Es mejor una vida larga y tranquila sin conflicto o una vida más breve, pero lúcida, tensa, consciente? Oblómov huye de las decisiones, asocia la paz con la inmovilidad. Por poco me seduce si no fuera por morir sin que nadie me eche de menos, sin que mi ausencia se note, por un momento casi  me convence… y justo ahí nos damos cuenta de lo peligroso de esa tentación.

 

Vamos con la segunda parte. Hasta aquí hemos visto una novela introspectiva y simbólica, donde se define el carácter de Oblómov, los cimientos de esa inactividad. Ahora aparece su gran amigo Shtolz, una figura opuesta a él, activo y racional, ¿qué sucederá cuando estas dos fuerzas se enfrenten?

 

«... lo soportaba pacientemente porque se atribuía la causa de todo sufrimiento y no lo colgaba, como una chaqueta, en percha ajena». (214)

Responsabilidad personal y autoexigencia. No culpa a otros de sus errores ni de sus males. Escribiendo esta frase me acuerdo de la obra de Milan Kundera titulada La insoportable levedad del ser, publicada en 1984. 🧐 

 

Pág. 238. El autor acuña el término oblomovismo. Hace 10 años Oblómov quería un futuro muy diferente, ¿qué le pasó? 

 

«Olga trata de averiguar por qué su felicidad no era completa, plenamente satisfactoria. ¿Qué le faltaba? ¿Qué más se necesitaba? Su destino era amarlo. Justificaba su amor la bondad de Oblómov, su pura fe en el bien y sobre todo su ternura, una ternura que jamás había visto en los ojos de otros hombres».

 

Este pasaje es fundamental para comprender a Olga, a Oblómov y el núcleo emocional de la novela. Olga es una pura duda porque Oblómov no hace lo que ella espera. Olga es feliz, pero no del todo. No se conforma con una dicha estática. Introduce una grieta en la calma. Olga siente que algo falta porque, aunque ama a Oblómov, no puede vivir solo del amor. Necesita una felicidad que vaya más allá de la costumbre cómoda. Esta es la parte que más veo en las relaciones sentimentales, la necesidad de salvar a quien no quiere ser salvado, lograr que la Bestia se convierta en Principe. Esta cruzada la cogió Olga cuando Shtolz le hablo de su amigo muerto en vida y la necesidad de salvarlo.

 

«No puedo querer lo que ignoro»

A partir de aquí todo puede ser un puro SPOILER. Hasta este punto hemos visto la base del carácter de Oblómov, las raíces, ese padre que se pasea y esa madre que dice frases como «Hoy no te vas…» «… no es cosas de que vaya al colegio» «Esta semana te quedarás en casa…», también está preocupada por la humedad, con humedad no se sale, recordemos el sueño, qué dice la madre, «¡Ahora no se puede pasear! ¡Hay humedad y se te enfriarán los pies…!». ¿Qué sucede cuando una persona criada así se enfrenta al mundo laboral? Esta crianza es un poco asfixiante, adulto con atrofia de voluntad, ¿podría verse como indefensión aprendida? Si desde pequeño se te impide enfrentarte a pequeños desafíos, ¿cómo lo harás de adulto? Mojarse los pies un día húmedo, sortear los charcos, ir al colegio un día lluvioso y gris, son los pequeños desafíos que le harán crecer, pero al pequeño Oblómov su madre le protege de esas decisiones, y le manda un mensaje como este: eres incapaz de superar estos obstáculos.

            El primer gran golpe con la vida de adulto lo encuentra en su breve paso por la administración pública. Llega con una visión romántica, como todos sus primeros contactos, los idealiza, los sueña, los romantiza…, el jefe como un padre benévolo, los compañeros amigos amables…, pero nadie se preocupa por su bienestar emocional. ¿Qué hace cuando las cosas se complican? Huir, ¿cómo le enseñó su madre, sin ser consciente de ello? Hacia la enfermedad, una baja médica alegando hipertrofia del corazón.  

            Su vida depende de factores externos, la humedad y el estado de ánimo de su madre. Oblómov no toma decisiones, espera que la vida pase, que alguien tome las decisiones como lo hacía su madre. ¿Por qué falló la relación con Olga? No fracasa por falta de amor, sino por una incompatibilidad psicológica insalvable. Olga y su empeño en curarle y Oblómov está cómodo en su inactividad. Este hombre es un reto para Olga, no os recuerda un poco a otra novela, La Bella y la Bestia, un amor educativo y trasformador. Pero qué le pasa a Oblómov, que cada cita con ella se convierte en un desafío, tiene que estar presentable, estar activo y ser lúcido, un derroche de energía. Las cartas que escribe son verdaderamente interesantes, dice lo que quiere que haga, que le deje tranquilo convenciéndola de que no le ama, leed, ¿no es un sabotaje muy recurrido en las relaciones sentimentales? Convencer al otro que hago lo que tú no tiene valor de hacer. ¿Por qué triunfa la relación con Agafia Matvéievna? Porque es una gran madre que no pide, solo da.

            Una novela que aborda todo un perfil. Magnifica. 

 




Para las redes sociales...

El amor sobreprotector como una forma de invalidez emocional, atrofia de la voluntad, la abulia. Oblómov es un personaje con una gran indefensión aprendida, un concepto muy conocido dentro de las relaciones de maltrato, pero como vemos, a veces, el exceso de amor, de protección también es detonante. A través de las páginas, vemos cómo la madre que teme a la humedad y prohíbe los pequeños desafíos de la infancia, termina criando a un adulto con una voluntad anestesiada. El padre se pasea de un lado a otro de la habitación con las manos a la espalda, no toma decisiones, no cuida de sus tierras, Oblómov repite conductas porque actúan como espejos de sus padres, aprendizaje por imitación. 

            ¿Es la abulia contagiosa? Según Goncharov, . En su obra maestra, el criado Zajar funciona como un espejo grotesco de su amo. Como dice el refrán: «Se pega todo menos la hermosura». Zajar absorbe la dejadez de Oblómov, pero no su nobleza. Pero hay más, Tarántiev, el jeta. La novela nos advierte: cuando renunciamos a la responsabilidad personal (como Oblómov con sus facturas), abrimos la puerta a que otros parasitarios gestionen nuestra vida. Y para acabar, ¿qué precio tiene una vida como la de nuestro protagonista?

¡Feliz lectura!


Mis notas


 PD: Quite todas mis notas y os deje un resumen. 

#Psicología #Literatura #Oblomovismo #Crianza #Resiliencia #SaludMental #Goncharov



AUTOR

Iván A. Goncharov. Hijo de un próspero comerciante de granos de Simbirsk, una pequeña ciudad del Volga, «un completo panorama –según el propio autor– de soñolencia e inactividad», nació en 1812. Huérfano de padre a los siete años, y ocupada la madre por entero en el negocio familiar, ingresó en un internado donde estudiaban los hijos de la nobleza. Después lo enviaron a Moscú a la Escuela de Comercio y a la facultad de Filología. Con el tiempo se establecería en Petersburgo como funcionario del Ministerio de Hacienda, y allí empezaría a escribir. Publicó su primera novela, Una historia corriente, en 1844, y cinco años después un célebre episodio de la segunda, «El sueño de Oblómov», en la prestigiosa Revista Contemporánea. En 1852 acompañó a un vicealmirante en un viaje en fragata alrededor del mundo, que describiría en Fragata Pallada (1858). En 1859 publicaría por fin Oblómov, con la que adquirió fama e influencia en toda Rusia. Su última obra, El precipicio, aparecería en 1869. Goncharov empezó a manifestar los primeros síntomas de enfermedad mental ya en la época de la publicación de Oblómov, y pasaría los últimos años de su vida encerrado en su piso de Petersburgo. En 1860 acusó a Turguénev de robarle argumentos, y más tarde de capitanear una conspiración contra él. Esta idea le persiguió hasta su muerte, en 1891. No había vuelto a escribir ni una línea en veintidós años.

 


 

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