Un domingo en Ville-d´Avray de Dominique de Barbéris

 


 

Sinopsis

 

Una mujer visita a su hermana mayor en Ville-d’Avray, una apacible zona residencial a las afueras de París. Sus vidas han seguido caminos muy distintos y han perdido la complicidad de su niñez, pero ese domingo al atardecer, en el jardín, resurgirán inesperadamente las confidencias; su hermana le contará la breve e inquietante relación que tuvo con un desconocido, todavía presente en su pensamiento pese a los años transcurridos.

 

Esta intensa y delicada novela nos habla de la necesidad de aventura dentro de una existencia monótona y explora los inconfesables anhelos y secretos que nos convierten en desconocidos para los demás e incluso para nosotros mismos: «¿Quién nos conoce de veras? Contamos tan pocas cosas, y mentimos sobre casi todo. ¿Quién sabe la verdad?». Con los velados recuerdos y silencios de esa conversación llena de claroscuros, en una envolvente y turbadora atmósfera, Barbéris explora con sutileza el imperceptible desasosiego de una vida sin emociones en esta pequeña joya literaria que ha sido finalista de los prestigiosos premios Goncourt y Femina.

 

 

Opinión

 

¿Por qué elegí esta novela para escucharla en audio? Por su reducido número de páginas. Fue a través de una aplicación que tiene la biblioteca pública de la comunidad de Madrid, permite, con una voz mecánica y sin vida, escuchar las historias. He constatado, aunque esto ya lo sabía, que el contenido es más complejo en la lectura que al escuchar, el esfuerzo es mayor para mantener la atención, en mi caso, me fijo más en las palabras, la fluidez de lectura, algo que me encanta y siempre remarco, en frases que se quedan en la memoria. Pero creo que es una herramienta para que los niños aprendan a escuchar y los adultos, más en los últimos años que parece que nadie escucha.

                Pero al tema. Puede decir que es un lenguaje sencillo y una historia aún más, no por ello deja de tener una reflexión. Es una historia cargada de claroscuros.

La narradora visita a su hermana, Claire Marie, un domingo y entre la penumbra de la habitación le cuenta un instante de su vida que padecen algunas mujeres.

«Los domingos no pienso en la vida», el último día de la semana es el punto y final, no piensa en la vida, dice, pero narra un episodio pasado que se queda suspendido sin desenlace, una huella en la memoria de lo que pudo ser y no fue.

Claire tiene una vida monótona y aburrida. "¿Tú también sueñas a veces con otra cosa?". Una mujer que renunció a todo para el cuidado de su hija Melanie, de la casa y de su marido Christian, que lleva una existencia tan anodina como ella. Siente que no está en nada, ahora que su hija vuela sola y no depende de ella, el jardín está descuidado, la casa sin recoger y la penumbra de la habitación, demuestran un estado de decaimiento que deprime a la hermana, hasta tal punto que regresa a su piso con el mismo estado de ánimo alicaído.

Claire sufre lo que se conoce como la falta de identidad, en el otro extremo de esta soga tenemos a las mujeres que sufren el síndrome de la mala madre, pero por partes. Hasta hace unos años, Claire, ha cuidado, esperado, apoyado, animado, educado, protegido, trasmitido…, pero también la que ha organizado y limpiado la casa. Una mujer que ha llevado la agenda de la hija como si fuera la suya, horarios de colegios, de extraescolares y de fiestas y eventos varios. Una mujer que dejó de relacionarse con su círculo para hacerlo con el de su hija, las madres de las amigas de su niña, los profesores de esta, incluso abandona sus aficiones por las de Melanie. Una mujer que dejó de presentarse como Claire Marie, para adoptar una seña de identidad «la madre de Melanie». ¿Cuántas se vuelven dependientes de las emociones de sus hijos? Si ellos están felices, ellas lo están, si ellos se enfadan, ellas se culpabilizan, pero esta es otra cuestión.

Mal, muy mal, ser madre es una parte de ella, no ella, y esto a la larga cobra factura.

Perdió su identidad. Y en este presente incierto, la hija tiene novio, sale y entra, sola, va al cine, fiestas, universidad y clases de piano sin su apoyo, trasporte o animación, se siente vacía, perdió su lugar. Tiene que asimilar los cambios, y son bruscos.

Vivimos en una época de hipermaternidad, queremos ser perfectas y llegar a todo, esto hace mella en cualquier mujer, convirtiéndola en personas agotadas e insatisfechas. Cuando esto sucede, una no recuerda como era antes de ser madre, ¿cómo era yo? ¿Qué hacía en mi tiempo libre? Antes Claire hacía lo que quería en el momento que deseaba. Ahora es una mujer que no se fija en su vestimenta, cambió la ropa sexy y elegante, por un atuendo cómodo que la permitiera moverse con libertad por el parque, por la arena y las fiestas infantiles, quizá de vivos colores y tallas anchas. Una mujer que no sabe tratar con adultos, no se identifica, lleva años sociabilizando con madres y amigas de su hija, hablando de temas infantiles, sin trascendencia ni profundidad. Por eso no encaja con los amigos de su hermana.

Cuando eres madre, para todas, cambia el cuerpo, la vida, la rutina, las actividades y hasta el cerebro. Pues no dejamos de trabajar, pensarán muchas ante la futura maternidad, aquí no se libra ni el tato, algunas sufren la contraposición a esta historia, el síndrome de la mala madre, aquella que siente que está en todo sin estar en nada, la que siente que la atención a los hijos queda relegada tras la vida profesional, que no llega a las extraescolares ni puede asistir a todas las fiestas y eventos organizados para el deleite infantil, que no presta el suficiente interés en las manualidades de sus hijos porque tiene cientos de tareas de la oficina pendientes en la mesa.

Ser madre es perder en algunas cosas y ganar en otras, la confusión es algo normal, una no se debe sentir culpable por buscar su placer, su momento, incluso su soledad, a no ser que tomes el camino de Claire, sin pensar en el hombre que tienes sentado ante ti y al otro lado de la cama, que hizo también sus sacrificios. Ha llegado el momento de volver a transformarse, . El consejo es conectar con la Claire que se quedó dormida, crear una nueva identidad mujer/madre, porque no está reñido. Arréglate, maquíllate, aprende a tocar el piano…, busca lo que te gusta.

 

A nivel personal estas historias no me gustan, parece que queda justificada la infidelidad porque uno perdió su identidad en algún momento de la maternidad o paternidad, porque existen los casos en ambos géneros. La historia no me aporta, puedo sacar, como hice, una reflexión sobre las dos posturas existentes en la maternidad de la mujer, pero no hay desenlace, no hay moraleja, no hay más que una historia sin terminar que puede invitar a una segunda parte, que por otro lado, no lo creo.


Un domingo en Ville-d´Avray



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