El túnel de Ernesto Sábato

 


 


 

 

Título El túnel

Autor Ernesto Sábato

Editorial Austral

 

Sinopsis

 

«El túnel» (1948), del argentino Ernesto Sábato, es una de las grandes novelas sudamericanas de este siglo, cuyos ecos recogieron pronto en Europa Graham Greene y Camus.

 

El relato, montado con los recursos de la novela policial, desarrolla un personaje que revela su psicología introspectiva e impone al lector un análisis de la desesperanza. El protagonista, Juan Pablo Castel, persigue inútilmente lo inalcanzable, que no es sino el regreso a la infancia, simbolizada en la ventana de un cuadro, motivo reiterado largamente en la narración.

 

 

 

 

Opinión

 

La leí por primera vez en 1999, quedé fascinada, la novela tiene un trasfondo psicológico, y creo que, para comprenderla, hay que echarle un vistazo al autor.

 

«La gente hace preguntas inútiles, preguntas que el análisis más superficial revela».

 

Se le conoció como el escritor del pesimismo, con un carácter marcado por continuas depresiones y desilusiones, un hombre que desprendía una imagen de fragilidad e inseguridad, pero férreas ideas. Una vida marcada por el drama, contaba que recibió el nombre de su hermano fallecido, para él aquel detalle fue una señal. Su infancia es soledad y miedo. Su vida está marcada por crisis personales, que se ven reflejadas en su obra. El gran pilar del novelista fue Matilde Kusminsky Richter, su mujer, es bien conocido que todo lo que escribía por la mañana, lo quemaba por la tarde, ella le animó a publicar, gracias a ella tenemos la fortuna de leer su maravillosa obra, por ejemplo, la de hoy, por la que fue humillado públicamente.

 

«Publico esta historia por vanidad».

 

Juan Pablo Castel asesina a su novia María Iribarne. Ernesto Sábato construye con esta declaración un perfil impecable, el de un ser obsesivo, con rastros del complejo de Edipo.

 

«¿Por qué se justifica cada uno de nuestros actos?»

 

                Porque es consciente de que en el fondo sus deseos, sus actos no son buenos, mi felicidad estaba ligada a una remota lotería, a una mujer que no conocía e idealizaba. Su relación esta llena de suposiciones, dudas y desconfianzas, María no habla claro, guarda silencio, él rellena cada laguna con análisis y proyecciones personales, no recuerdo ahora todas las variantes, se convierte en una atracción tóxica. Ay, mis sentimientos de felicidad son tan poco duraderos, necesita saber la verdad, saber si lo que imagina es cierto, pero contra más se acerca, ella más se aleja, haciéndole enloquecer.  

 

«Si alguna vez sospecho que me has engañado —le decía con rabia—, te mataré como a un perro».

                Tiene miedo al engaño, pero él ya sabe que ella está casada, que tienen relaciones y quiere a su marido ciego, engañas a un ciego, entonces, ¿qué es lo que realmente le da miedo?

 

«Lo que más me indignaba ante el hipotético engaño era el haberme entregado a ella como una indefensa criatura».

 

                Miedo a sentirse como cuando era niño, no dijo bobo, ni iluso, no, dijo con la indefensión de cuando era un niño. Las palabras cuentan siempre. La figura de María es descrita antes de conocerla como una mujer sabia, con experiencia, incluso protectora, no la conoce, son proyecciones de alguien que esta enquistado en su memoria. Es una relación tormentosa y desequilibrada.

 

«Ese estremecimiento de orgullo, ese deseo creciente de posesión exclusiva debía haberme revelado que iba por mal camino».

 

                El túnel, por el que transita Juan Pablo Castel, está repleto de soledad y angustia, por un trastorno delirante, por ejemplo, cuando espera a María a que salga de su trabajo sentado en la cafetería durante horas, cuando imagina los distintos escenarios de manera obsesiva. María es la salvación para salir del túnel, pero la desconfianza y el miedo al abandono y al engaño, sufrido en algún momento de su vida anterior, le alejan de ella.

 

«En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en el que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles». 

 

«En esos casos siento que el mundo es despreciable, pero comprendo que yo formo parte de él».


El túnel

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