Mi abuela la loca de José Ignacio Valenzuela
Sinopsis
¿Cómo dirías cometa sin usar las
palabras rombo o papel? Mmm… Yo solo sé que mi abuela está loca. Ah, y que tiene
la culpa de todo. Sí, ¡de todo! Siempre hay alguien culpable de que a uno le
guste eso que tanto le gusta, o de que no le guste eso que nunca le ha gustado.
El caso es que, entre su peinado de Darth Vader, su obsesión de ganarse trofeos
por los poemas que escribe y esa manía burlona de recitar versos a todo pulmón
cuando bajo del autobús escolar, entre risotadas y con cara de trágame tierra
(y todo para obligarme a entrar rápido a su casa), yo me estoy volviendo loco
también. Mis papás tienen un nuevo trabajo, y no tengo otra opción que quedarme
por las tardes en casa de Petunia, mi abuela. Pero sospecho que algo se trae
entre manos, y no me lo puedo perder…
Opinión
Los abuelos debían ser eternos. Pero
no es la única idea que se queda en mi cabeza tras leer este maravilloso cuento
o, mejor dicho, escucharlo, porque lo leyó mi madre esta Semana Santa a mis
hijos y sobrinos. ¿Quién mejor que una abuela para leer una historia de abuelas?
La
idea que revolotea es la influencia tan maravillosa que tuvo la abuela de Vicente
sobre él, valores, afectos, actitudes y modo de ser, mientras unos jugaban al
balón, él jugaba con su abuela a las palabras, cuando las cosas se
desmoronan, la abuela le enseña a disfrutar de lo que tiene. Las conclusiones
de los niños se obtienen de la observación de los adultos, el estado emocional
de estos afecta directamente a los niños, ¿vemos el alcance de esto? Pues esa
abuela loca, sí entendía la importancia de filtrar, porque se trasmite mucho
sin usar las palabras, los niños son sensibles a los movimientos, los gestos,
las miradas, los tonos de voz, hasta la calidad de las sonrisas.
Sí,
tenemos derechos a estar triste, la abuela tenía derecho a estarlo, soy
defensora de que para alcanzar la felicidad no se puede negar las emociones
negativas. Pero es importantísimo cómo trasmitimos ese malestar emocional a nuestros
hijos, en este caso, nieto. Ni se puede ocultar el malestar, porque los niños verán
los cambios y se sentirán inseguros, imaginarán posibles causas, pero tampoco
podemos cogerles como paño de lágrimas, son niños no adultos capaces de
gestionar todo ese aluvión, en este último caso colocamos nuestra mochila sobre
sus hombros. Lo mejor, explicarles porque estamos tristes, e intentar juntos
superar el momento, colocándose un lunar de alegría sobre el labio, como hace
la abuela.
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