La memoria y la vida de José María Ruiz-Vargas. Parte II

 

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Parte II

 

A la manera de recuperar el pasado se le llama «perspectiva en primera persona o perspectiva de campo» o cuando lo recuperamos como observadores de nuestra propia vida «perspectiva de tercera persona o perspectiva de observador». Muchas veces se mezclan las dos formas al recuperar un recuerdo. La perspectiva del observador aleja las emociones, los sentimientos, en una herramienta de defensa, se usa evitando revivir tal cual los acontecimientos, como lo haría una víctima de trastorno de estrés postraumático.

 

Qué curiosa es nuestra memoria, no os ha sucedido que una amiga os cuenta que fue a tal restaurante o leyó tal libro y vosotros habéis estado o lo habéis leído, pero sois incapaces de recordar nada. Sabes que has estado, sabes que lo has leído, pero nada te viene a la cabeza. No es que os fallé el cerebro, aquí entra en juego dos conceptos, conocimiento biográfico, sé que estuve, sé que lo he leído, pero no se activa el recuerdo episódico, no se abre esa caja que contiene mis impresiones, sensaciones o vivencias, ¿por qué? Cuando alguien nos cuenta algo, no siempre se activan nuestros recuerdos sensoriales con los que se archivó tal momento, los olores, los colores, el tacto, el gusto…, son la llave. Hablamos de ello anteriormente, ¿por qué me acuerdo de algo cuando no viene a cuento? Esto suele sucede cuando nuestro cerebro no está en plan búsqueda y le llega un olor o cualquier otra huella sensorial y de una forma involuntaria lo trae. ¿Os ha sucedido? Por eso es tan importante nuestro pasado, porque constantemente, de una forma u otra, regresa a nosotros y cuando este no está resuelto, nos tortura. Nuestra memoria define, fortalece y protege nuestro YO.

 

 

¿Quiénes somos? Somos memoria. ¿Qué sucede con todas esas personas que pierden su pasado? El 5 de mayo de 1995, en la escalera de acceso a la iglesia del centro de Bolonia, la policía recogió a un joven que pedía ayuda, no sabía quién era, ni dónde estaba, ni qué hacía allí. El 2 de junio de 2003, un hombre se da cuenta que va en un vagón del metro de Nueva York, no sabe quién es, ni dónde va, ni qué hace allí. Ambos, tiempo después cuando descubrieron quiénes eran, mostraron la misma alegría eufórica al saber que eran alguien, que esos eran ellos. No hay nada como saber quiénes somo y de dónde venimos. Lo peor es tener un YO, pero no una IDENTIDAD, como le sucedió a mi abuelo con el Alzheimer. (tenéis ambas historias desarrolladas en el libro). YO e IDENTIDAD deben ir de la mano.

 

«Las personas se convierten en los relatos que escuchan y en los relatos que cuentan»

El escritor y Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel.

 

 

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