Literatura infantil de Alejandro Zambra
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Sinopsis
Aunque este singular e
inclasificable libro de Alejandro Zambra se llama Literatura infantil,
conviene advertir que incluye un magnífico cuento que gira en torno al lenguaje
grosero y un relato directamente lisérgico en que un hombre intenta, en pleno
viaje terapéutico de hongos, volver a aprender el dificilísimo arte de gatear.
En caso de que algún niño llegara accidentalmente a estas páginas, debería
leerlas en compañía de un adulto, a pesar de que aquí son precisamente los
niños quienes, a su manera, protegen a los adultos del desánimo, el
egocentrismo y la dictadura del tiempo cronológico.
«Ser padre consiste en dejarse
ganar hasta el día en que la derrota sea verdadera», decía Alejandro Zambra en
su célebre novela Poeta chileno, una idea que reaparece en este libro
cautivador, escrito «en estado de apego» o «bajo la influencia» de la paternidad,
cuyo tema estelar es la infancia o cómo el nacimiento y el crecimiento de un
hijo no solamente modifican el presente y el futuro, sino también remecen
nuestras ideas acerca del pasado.
Accedemos así a un tratado
falsamente serio o seriamente falso acerca de la «tristeza futbolística» o a
una conmovedora historia de la pasión de un padre por la pesca, el mismo que
unos años más tarde le regala a su hijo un pasaje a Nueva York a condición de
que se corte el pelo, y que mucho más tarde inicia con el nieto en la distancia
una conversación extraordinaria, una intimidad tan natural ahora como antes
imposible y largamente anhelada.
Diario de paternidad, «carta al
hijo» y ficción pura conviven en extraña armonía a lo largo de este libro, que
puede ser leído como un manual heterodoxo para padres debutantes, o simplemente
como un nuevo y brillante capítulo que enriquece la obra magnífica de uno de
los escritores latinoamericanos más relevantes de las últimas décadas.
Opinión
«El nacimiento de un hijo anuncia un amplio futuro del
que no seremos totalmente parte»
Muy pocos libros he leído que hablasen
de la paternidad y ese es el hilo de esta historia que más me gusta, sin ninguna
duda, el resto de cuentos, relatos, tiene su valor pero yo me quedo con la paternidad.
Alejandro Zambra con el nacimiento de su hijo
Silvestre, va narrando la reinterpretación de su vida en base a esta
experiencia. «La paternidad es una especie de convalecencia que nos permite
aprender todo de nuevo», no sé si yo usaría la palabra “convalecencia”,
pero sí que es cierto que permite aprender las cosas de nuevo, a disfrutar de
películas, cuentos, paseos y actividades, con otros ojos, más infantiles, más
esperanzados, como una nueva oportunidad de ser niños a través de nuestros hijos,
de tirarnos en el suelo y jugar con los coches y la plastilina, saltar en los
charcos o hacer galletas con formas…
«¿Qué clase de espejo es un hijo?»
La
primera pregunta que habría que contestar antes que esta, qué es un hijo para
un padre, aquí hay tantas respuestas que nos sorprenderíamos. Padres que
piensan que los hijos vienen a este mundo para cumplir con las metas que el
padre no consiguió, por lo tanto, el hijo se convierte en un fracaso o un éxito.
Padres que creen que los hijos están para cuidarles de ancianos, el hijo será
un ingrato o un agradecido.
La
lectura con los hijos. Las bibliotecas de los hijos, ¿conservarlas o donarlas? En
esto no tengo ninguna duda, conservarlas, como hicieron mis padres; cada libro,
cada cuento es una huella de mi memoria, de su memoria, de nuestra memoria. ¿Qué
aportar cada uno en la crianza de los hijos? Lo mejor de cada familia, cada cual
sabe en su fuero interno lo que sumó y lo que restó, pues no hay más que sumar;
lo más importante es caminar en la misma dirección, construyendo juntos,
aprendiendo y cubriendo huecos, sorteando o cruzando lo inesperado. Estos y otros muchos temas va dando voz y pensamiento Alejandro a lo largo de su obra.
«Lo que escribo son las respuestas que no se me
ocurrieron a tiempo»
Nadie nos puede enseñar a ser
padres, yo no podré enseñar a mis hijos, soy consciente que para ser maestro
hay que tener respuestas, y no las hay, cada hijo es un mundo, lo que se hace
con el primero, rara vez sirve para el segundo. Somos padres como fuimos hijos,
esa es la única clave, la única enseñanza que tenemos, lo importante es no
reproducir los errores y aplicar los logros. Y os voy a contar un secreto, la
crianza es más o menos fácil hasta que los hijos empiezan el colegio, aquí
entramos en una espiral muy peligrosa.
Feliz lectura
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