El caballo dorado de Sergio Ramírez

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Edita #Alfaguara

 

 


 

 

Sinopsis

 

Esta es la historia de una princesa de la nobleza rural de los Cárpatos que llevaba una férula ajustada con tornillos de cabeza avellanada y correas de vaqueta en la pierna izquierda. De un peluquero escultor de caballos, de barba frondosa abierta en dos alas, que creía haber inventado el carrusel. De un factor de comercio, también de barba frondosa en dos alas, que se creía hijo del emperador Maximiliano. Y de un cocinero hablantín y marrullero que salvó de morir a un dictador. El peluquero inventor termina sus días envenenado y su cadáver es lanzado al fondo de un río. El factor de comercio termina los suyos frente a un pelotón de fusilamiento. Y el cocinero tiene su fin arrastrado por una embravecida corriente de lluvia, en estado de ebriedad. Empieza en 1905 en la aldea de Siret, entonces territorio del Imperio austrohúngaro, y acaba en Managua en 1917, bajo la ocupación militar de los Estados Unidos, con una conspiración de final inesperado.

El caballo dorado es también la historia de un carrusel llegado tras un largo viaje por mar a Nicaragua, y con el que la princesa fue después de pueblo en pueblo, de fiesta patronal en fiesta patronal, los caballos de madera cada vez más venidos a menos por el paso del tiempo.

Sergio Ramírez despliega toda su maestría narrativa en esta deliciosa novela a medio camino entre el relato de aventuras y el de enredos, intrigas palaciegas y picaresca moderna. Plena de humor y de imaginación, El caballo dorado narra el viaje desde una Europa que ya no existe hasta una Nicaragua convulsa para cumplir el sueño inverosímil de un inventor que inventó lo que estaba ya inventado.

 


 

 

Opinión

 

 

«Las cosas no ocurren siempre según los deseos de la imaginación»


 



Me encanta el estilo de Sergio Ramírez, su manera de narrar los cuentos, de meter la historia, de hablar de literatura y su humor. Una princesa coja cruza el imperio austrohúngaro, de ella se puede decir que su cabeza está llena de grillos los cuales tocan las variantes de un mismo tema. No lo hace sola, se escapa con un peluquero escultor que ha inventado un carrusel de caballos, el cual lleva años ya en funcionamiento, podemos asegurar que Anatoli no es el primero que inventa lo que ya está inventado. No son los únicos personajes tenemos una institutriz, un lacayo y muchos más que dan forma a la aventura de esta muchacha que de noble pasa a ser sombrerera.



Pilar Reyes


                Esta novela traspasa los límites de la imaginación, porque tiene recetas, lista de instrumento para esculpir, manuales mecánicos, recetas de pigmentos, cartas… Sergio ha dado rienda suelta a la creatividad, dentro de una estructura tan magnifica como son los viajes, una aventura, de Siret a Bucarest, de Bucarest a París, de París a Estambul, hasta llegar a Nicaragua. No se ajusta a nada que antes haya leído o no lo recuerdo. Una novela rica en documentación. Lejos de ser una simple relación de amor entre una princesa y un peluquero, la novela se va trasformando a lo largo de sus páginas, hay intriga, envidias y muchas mentiras, un crimen, una huida por la codicia y la culpa. «Para entender el tapiz de la vida pública hay que conocer el revés del tejido formado por la vida privada», una critica a la sociedad, ese comisario Straufel amigo de la sabiduría popular, la rumorología. Pero, ya lo dice el autor, la literatura es una mentira, se trata de engañar, hacer creer al lector que es verdad y se lo creerá de tal forma, que no irá a comprobarlo. 


Sergio Ramírez 


                La historia más ingeniosa, la aventura de cómo crear un carrusel que ya está inventado. Derecho a fábular, donde se mezcla lo latinoamericano y lo europeo, en una prosa magistral. La palabra tiene que tener ritmo, como el del carrusel, dice Sergio de su obra. 

 

Luis García Montero

Uno solo se retira de lo que no le gusta, dice Sergio Ramírez al iniciar. Que no lo haga nunca 👏👏👏

 


 

 PD:

Supongo que el Instituto Cervantes subirá a las redes el encuentro, si os animáis, no os perdáis las palabras del cierre del director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, maravillosas. 

 

 

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