Miguel Hernández. Tal día como hoy...

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Miguel Hernández

 

Tal día como hoy…

… 30 de octubre de 1910, Orihuela, nació Miguel Hernández.

 

 


¿Quién no conoce sus versos? Fue un gran poeta, pero antes fue pastor. Leí, no recuerdo dónde, o quizás me lo contaron, que su padre le pegaba cuando lo veía con un libro en la mano. Tuvo una relación con Maruja Mallo, no sé si es o no cierto, o un bulo, porque su gran amor, y quiero creerlo, fue Josefina Manresa, su esposa. ¿Es cierto que no tuvo una buena relación con Lorca porque era demasiado rural? Sin calcetines y alpargatas, lo desconozco, me lo dijo una amiga, nunca lo he contrastado.

                De los versos que más me gustan, no todos, unos pocos:  

 

Ayer me daba pesar

Verme entre tantas auroras…

¡Ay! Y hoy no me veo en ninguna

y lloro entre tantas sombras.

 

Ayer me daba pesar

Oír las voces queridas…

¡Ay! Y hoy que no las escucho…

¿Cuándo te oiré, madrecita?

 

                               (Poemas de adolescente, 1923-1932)

 

 

¿De qué adoleció

la mujer aquella?

Del mal peor:

del mal de ausencia.

 

Y el hombre aquel.

 

¿De qué murió

la mujer aquella?

Del mal peor:

del mal de ausencia.

 

Y el hombre aquel.

 

                               (Cancionero y romancero de ausencia, 1938-1941)



 

Y quién me conoce sabe que Nana de la cebolla es mi preferida desde que lo leí por primera vez:

 

 La cebolla es escarcha

cerrada y pobre:

escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

 

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.


Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

 

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.


Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.


¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

 

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.


Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

 

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

 

 

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