Soledad Puértolas
Tal día como hoy…
… el 3 de febrero de 1947 en
Zaragoza, nació #SoledadPuértolas.
Soledad Puértolas Villanueva es
una escritora española licenciada en Periodismo y máster en Lengua Española y
Portuguesa por la Universidad de California. Desde 2010 es académica de la
Real Academia Española. Es un estilo sobrio, claro y sencillo. Le atrae la
complejidad del ser humano, así construye historias sencillas con personajes
complejos. Sus obras han sido traducidas
a numerosos idiomas. Miembro de la Real Academia Española, ha
sido galardonada con premios como las Letras Aragonesas, José Antonio
Labordeta y Liber, entre otros.
Os
animo a descubrir a la autora de hoy, qué encontraréis en sus libros, personajes
complejos y multifacéticos, con sus luces y sus sombras, reconoceréis a
familiares y amigos en sus contradicciones y motivaciones ocultas, situaciones
y circunstancias más que comunes, las relaciones familiares, de pareja y de
amistad son sus temas principales. Y lo que siempre os dijo, soy cansina,
invitan a reflexionar sobre los vínculos que nos unen y los conflictos que nos
separan, estos últimos muchas veces absurdos. El pasado siempre tiene un peso
fundamental en sus historias, y en las nuestras, somos el resultado de las
decisiones tomadas o no, de las frases dichas o no, de los secretos guardados o
no, sus personajes están constantemente mirando hacia atrás para entender su
presente.
Todos mienten, 1988.
Cuenta sobre el trasfondo frívolo
del Madrid moderno, dibujado con trazos ágiles y no precisamente compasivos, relata
el paso de la adolescencia a la madurez de un joven que ha crecido en dos
ambientes casi opuestos.
En casa,
rodeado siempre de las amigas de su madre, viuda de un autor teatral que
conoció el éxito, siempre ha oído historias de amor contadas entre risas y
lágrimas. Con los abuelos paternos, en cambio, conoce un mundo mucho más
convencional, extrañamente marcado por la desgracia: la muerte, la enfermedad y
la locura atacan a casi todos sus componentes.
Pero los ritos
de paso que tendrá que superar el narrador de esta historia le entremezclarán
con otros muchos personajes, desde ese tío materno que hizo las Américas y
regresa enriquecido a España, hasta un viejo compañero de colegio que fluctúa
entre el triunfador sin escrúpulos y el marido derrotado. Quizá, sin embargo,
sea el hermano menor, un chico inteligente, activo y sensible, admirado por
todos, el contrapunto más importante, pues, mientras que el protagonista se
muestra incapaz de madurar, su hermano aprende rápidamente a vivir.
Enfrentado al
vértigo de tan variadas experiencias, sometido al constante vaivén de
familiares y conocidos, entre los que no encuentra su lugar, el narrador
acabará aprendiendo que tal vez lo cuerdo, lo conveniente, la única forma de
vivir, sea, a fin de cuentas, engañarse a uno mismo, mentir. Quien vive miente,
aunque, de uno u otro modo, todos viven, todos sucumben, todos mienten.
Una vida inesperada, 1997.
La primera novela que leí de la
autora. Aunque la protagonista de esta novela se diga de vez en cuando que el
trabajo en la Biblioteca le ha resuelto la vida y que la afición a la natación
la ha salvado, sabe que la vida no se resuelve nunca y que la salvación es una
palabra enigmática. El trabajo en la Biblioteca, por kafkiano que
sea -quizá como todos los trabajos-, la vincula al mundo, y el
descubrimiento de la piscina le procura no sólo el placer de nadar sino la
especial acogida que le brinda el ambiente del polideportivo -los vestuarios,
los otros nadadores, el campo yermo del camino...-. Éstos son los escenarios
del refugio (o del encierro): la Biblioteca y la piscina. Y, sin embargo,
dentro de ellos, y también fuera de ellos, porque es imposible permanecer a
resguardo todo el tiempo, la vida avanza, da vueltas, se remonta hacia el
pasado, hacia los pasillos encerados del colegio y el dormitorio de la abuela
y, de vez en cuando, al evocarla, al escribirla, la vida se eleva.
Con mi madre, 2001.
Éste es un libro autobiográfico y
la autora lo explica así: «Mi madre murió el 26 de enero de 1999. Desde ese
día, por necesidad, para no sentirme desbordada por el dolor, he ido
escribiendo sobre ella, sobre lo que ha significado su vida y su muerte. Cuando
murió, los recuerdos se agolparon en mi mente. Había zonas claras y zonas
oscuras y poco a poco los recuerdos emergieron de las sombras, se ordenaron,
cobraron otra realidad, buscaron su lugar en el mundo de las palabras escritas.
La enfermedad del tifus que, teniendo yo tres años, compartí con mi madre, y
que nos recluyó largo tiempo a las dos; las visitas a la capilla de San Blas el
3 de febrero; mis cumpleaños, en días de frío y de ventisca; el trayecto hacia
el bullicioso Mercado Central, donde mi madre se convierte en otra persona, por
las calles de Zaragoza; los veranos en casa de la abuela, en Pamplona; los
recados por el barrio de Chamberí, ya en Madrid; sus cartas deshilvanadas, sus
puntuales llamadas telefónicas... Luego, hospitales y dolor; celebraciones y
alegrías, también. Y, por encima de todo, la mirada de mi madre, el inmenso
interés que le producían las vidas ajenas, las preguntas que les hacía a mis
amigos cuando venían a verme a mí y ella les retenía un rato a su lado, los
ojos llenos de luz cuando aparecían mis hijos... He escrito sobre mi madre,
pero sé que no puedo abarcar su vida. Sé, también, que mis sentimientos sobre
su vida y su muerte han ido cambiando, porque el tiempo me ha ido dando
nuevas perspectivas desde las que veo a mi madre de forma nueva. Busco verdad y
consuelo, busco poder vivir con la ausencia de mi madre. Vivir sabiendo que
nunca conoceré del todo a mi madre y que sus motivaciones más profundas le
pertenecen exclusivamente a ella. Vivir tratando de lograr que el respeto y el
amor se impongan sobre la añoranza y el dolor. Que mi vida con ella y mi vida
sin ella se enlacen. Y que la luz que siempre brilló en el fondo de sus ojos se
guarde dentro de mí y no se extinga».
Historia de un abrigo, 2005.
La mujer que busca en los armarios de sus hermanas y su padre viudo
el abrigo que había pertenecido a su madre señala, en el itinerario de
su búsqueda, las pistas por donde transcurrirán otras historias. Los
momentos de gloria de un fotógrafo profesional que tuvo que dejar la fotografía
para sacar adelante a una familia numerosa, los sueños y tribulaciones de
los adolescentes, la pérdida de la memoria, la soledad de una madre que
se siente rechazada por su hijo, la dificultad de hacer frente a las
enfermedades, la perplejidad de la edad madura, el precio de las aventuras
clandestinas, el anhelo del viaje, la hostilidad de los territorios
desconocidos, la irrupción de la luz en medio de la oscuridad, la curiosidad
que inspiran los vecinos, las dudas antes de tomar una decisión... Los
personajes están inmersos en una similar atmósfera moral. De una forma u otra,
buscan definirse, saber quiénes son. Reivindican sus historias personales
en el contexto caótico de un mundo regido por valores que no pueden
satisfacer sus secretas ambiciones y donde es sumamente difícil labrar la
identidad.
Un abrigo, algo muy personal, material, casi
insignificante, tiene su historia, que no es la de las guerras y los
tratados internacionales. Es la historia que no suele ser visible, la historia
en la que nos toca definirnos todos los días, sin
excepción, la historia que nos forja, una historia que se compone de multitud
de historias.
En esta espléndida novela, Soledad Puértolas se
enfrenta a la difícil tarea de trazar un cuadro, cargado de emoción, de
los valores morales de nuestra época. Mientras seguimos los pasos de los
personajes, sentimos que conocemos algo más de la vida indescifrable, que
una historia es siempre parte de otras y que, aun en esta época convulsa y
desorientada, la vida, como siempre, nos abarca y nos contiene.
Mi amor en vano, 2012.
Esteban, un joven que sobrevive a
un accidente de tráfico, debe plantearse la vida de una forma nueva. Tendrá que
vivir desde el combate contra el dolor y desde la limitación. Se desvincula de
su vida anterior, de su familia y de su grupo de amigos, se va a vivir solo a
un barrio distinto. En el nuevo contexto, el Centro de Rehabilitación al que
acude diariamente será el principal referente. Entre los vecinos de su nueva
vivienda, una familia compuesta por Dayana, una mujer madura que ha sido
actriz, cantante y modelo de artistas, Eugenio, su marido, alcohólico y
periodista deportivo, y su hija Violeta, que se dedica a hacer arreglos de ropa
y collares, va acercándose más y más a él. Teresa, una mujer asidua del Centro
de Rehabilitación y dueña de un temperamento arrollador, irrumpe en su mundo.
Esteban va siendo parte de una red de relaciones humanas complejas e intensas.
A su alrededor, atisba muchas vidas rotas, vidas gastadas que aún sueñan con
rehacerse, con recuperar los sueños, con mantener algo. La pasión ocupa un
importante lugar. Sueños, ambiciones, traiciones, infidelidades conyugales,
luces y sombras. Una nueva visión de la vida se conforma a los ojos de Esteban.
Aquí cabe el dolor, la frustración, la pérdida, la soledad. La revelación, el
instante político, se revela como imprescindible.
El fin, 2015.
En el cuento que da título a este
nuevo volumen de relatos de Soledad Puértolas, una madre, tras
contarle por teléfono a su hijo un incidente que le hace entrever la
ancianidad, el descontrol de la vida, le dice: «Esto es el fin.» El hijo, un
hombre casado, con hijos, en plena edad adulta, recién llegado a casa después
de una larga jornada de trabajo, le responde: «¡Qué fin ni qué nada! Ha sido un
incidente desagradable, sólo eso...» Cuelga el auricular y da un trago a su
bebida. Pero la sensación de ese fin que ha percibido su madre se queda en el
aire de la casa, mientras sus hijas duermen o quizá leen cuentos en su cuarto y
su mujer deambula por alguna parte.
Esta sensación
de estar al borde de un acabamiento, de algo que se trunca, que se interrumpe,
que deja de existir, está muy presente en estos relatos. Como también a la vez,
la impresión de que hay algo después de ese fin, no se sabe qué, porque en
realidad no existe el fin, un fin es siempre otra cosa. En el cuento «Mesas»,
una mujer sale de su confinamiento sin imaginar qué le espera mientras recorre
las calles, mientras huye. En «Lord», es el regreso a casa lo que puede dar
paso a otro episodio en la vida de la protagonista. En «El Dandi», se rememora
una relación amorosa muy breve que, pese a su corta duración, adquiere, en el
recuerdo, una dimensión mucho más amplia, envolvente.
La novela olvidada en la casa del ingeniero, 2024.
Esta es la novela que he leído
para esta sección #Taldíacomohoy. Una historia dentro de una historia
dentro de una historia, en la que los mecanismos de la ficción se ajustan en un
encaje perfecto.
Un escritor de
novela juvenil recibe un día, de parte de un amigo, un manuscrito hallado en
una casa de campo donde residió, durante años, un ingeniero. Enseguida el texto
despierta la curiosidad y la imaginación, pues todo en él parece tocado por el
misterio. ¿Quién es realmente el autor o la autora de ese manuscrito? ¿Qué
vínculos debía de tener con el propietario de la casa? ¿Es cierto todo lo que
se cuenta sobre la historia de una familia? ¿Y dónde reside el valor literario
de esa narración?
Esta novela es
en verdad un juego de espejos donde los narradores se multiplican mientras la
voz que guía el manuscrito parece deslizarse entre ellos, grácil e inasible. Es
también un homenaje a la ficción; una poética en la que, con un dominio
extraordinario de la prosa y la psicología de los personajes, Soledad Puértolas
ordena el caos y lo convierte en armonía.
Quiero
destacar las primeras líneas de la novela. Tras leer el manuscrito surge la
duda de si narra ficción o hechos reales, han encontrado flecos e incoherencias,
quizá sea una mezcla, concluyen ambos, con tal pericia engañan al lector que no
sabe discernir. Un privilegio del novelista, crear un mundo paralelo en los que
los elementos de la realidad se vuelven ficción y los de la ficción realidad
dentro de ese marco ficticio. La ficción es un campo ilimitado.
Eso nos pasa a
los lectores de Soledad Puértolas, abrir sus libros es enfrentarnos a cientos
de posibilidades, la autora es libre de manejar la realidad a su antojo, pero
debe de convencerme de que es interesante seguir adelante. Lo suficientemente verosímil
para que desee resolver el galimatías.
¡Feliz lectura!
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