El florido pensil de Andrés Sopeña Monsalve
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Edita #Crítica
Sinopsis
Con este libro, descubrirá que
la mejor manera de enfrentarse a esta herencia es asumirla
sin complejos y aprender a reírse de ella.
Partiendo de los libros de texto
de la época y de sus inefables ilustraciones, Andrés Sopeña
evoca, con una gracia y un humor irresistibles, la escuela cotidiana,
la radio local, los tebeos de Roberto Alcázar, el cine de los jueves con
Franco inaugurando pantanos y Yon Güein matando indios... A partir
de esos medios se nos fue inculcando una manera de entender el mundo,
la sociedad y España que consiguió hacernos efectivamente “diferentes”
y que sigue pesando sobre varias generaciones de españoles.
Impresiones
«Dios, que es padre de todas
las criaturas, vela por el indigente que padece, trabaja y ora»
Un nuevo libro rescatado de las
garras de los contenedores, este pobre sufrió lo indecible, estaba mojado hasta
el tuétano, lo puse entre papel absorbente y con mucho peso, porque se doblaba
formando una U grotesca, pero…, aquí lo traiga, leído y disfrutado. ¡Cómo me he
reído!
«La conciencia es a la vez
testigo, fiscal y juez»
Dicen
que ahora se adoctrina más que antes, no podía asegurarlo, cierto que mi padre
siempre me dijo que la enseñanza de su época dejaba mucho que desear en ciertos
aspectos, hoy puedo asegurar que algunos cuentos y lecturas de aquellos años, parecen
una cámara oculta, surrealista.
Empieza
con las matemáticas, me reí de lo lindo, pero porque me vi reflejada. Por mi dislexia
la comprensión de los problemas era complicada, no sabia diferenciar lo
importante de lo no, por lo general pesaba más lo humano que lo matemática, ejemplo,
dos trenes van por la misma vía, una sola de Madrid y otro de Salamanca, en que
punto se chocaran. Mis compañeros lo tenían claro, yo no, ¿por qué van a
chocarse? ¿Por qué no frenan? Y ante esto la profesora se creía que la tomaba
el pelo. Un colegio sale de excursión y tiene que recorrer 350km, cuanto
tardaran si cada día recorren 60km. ¿Por qué van andando? Yo que practicaba el
senderismo desde que tenía uso de razón esa distancia eran una burrada, yo
venía recorriendo unos 15km, tardarán meses o años, dependía de las ampollas, y
así hacía la redacción del problema, porque antes había que redactarlo.
¡Castigada!
Roberto
Alcázar y Pedrín, anda que mi padre no me habrá contado sus aventuras, anda que
no me he reído con este supuesto héroe, os dejaré alguna viñeta, sin
desperdicio. Leyendo esta sección y la de Dominguito, me doy cuenta que la
empatía y la compasión se cultiva, una habilidad que hemos ido mejorando, porque
estas cosas rechinan.
¿Qué
se pensaba de los judíos y los negros? Los judíos eran malos, piel del diablo,
los negros eran lo contrario a un blanco, el antónimo, dice el libro de texto.
La romantización de la pobreza, el ensalzamiento del rico.
En fin, me ha gustado, me he
reído, pero también entre risa y risa hay un punto constante de reflexión, de
ojo padres, no dejéis de prestar atención a los que inculcan entre líneas a
nuestros hijos.
A pesar de cómo está el pobre,
retorcido por el agua, lo he disfrutado muchísimo, menudos lagrimones me
cayeron de tanto reír. No puedo evitar poner algo de mi cosecha, de mi
experiencia y este libro abrió puertas y ventanas de aquellos años de clases soporíferas
de matemáticas y castigos sinfín. Fijaos como una mente diferente aborda los
problemas desde otra perspectiva, mi dislexia condiciona mi forma de
interpretar el entorno, una excursión de colegio andando 350 km, ¡qué sentido
tiene! ¿Cuánto tardarán? Esa no es la pregunta, la pregunta es ¿cuántos llegarán?
«Señorita Gemma, ¡castigada!» Adoctrinamiento, con esto me quedo, cada época
tiene sus mecanismos para trasmitir sus valores e ideologías, unos muy sutiles,
otros, como aquí, más que evidente. Andrés Sopeña usa el humor, fascinante,
expone y crítica las enseñanzas de aquella época, la de mi padre. Pero no solo
habla de la escuela, también de la radio, jarta a reír con los niños y el locutor;
el cine y los tebeos. La patria, la religión y los diferentes roles y clases
sociales, sin desperdicio. Es increíble la propaganda de prejuicios que se trasmitían,
os dejo que valoréis vosotros la lectura. No me gusta como se justificaba la
desigualdad, romantizando al pobre y ensalzando al rico, curioso pero esta
herencia persiste, ojito, en transformarlo en resentimiento. Y como resumen,
este libro deja de manifiesto que los padres debemos seguir ahí, antes y ahora,
esos mensajes implícitos, esos comentarios de profesores, ojito, hay que evitar
la transmisión de prejuicios y la visión sesgada de la realidad. Humor
inteligente y crítica a raudales.
¡Feliz lectura!
Autor
Ensayista, guionista de cómic,
narrador y columnista de prensa. Licenciado y doctorado en Derecho por la
Universidad de Granada
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