La vida en miniatura de Mariana Sández
Hi
#Lavidaenminiatura
#MarianaSández
Edita #Impedimenta
Sinopsis
Dorothea Dodds lleva 59 años
viviendo sin que se note. A la sombra de un hermano problemático y ausente,
ejerce de hija, secretaria y cuidadora de unos padres que nunca la valoraron lo
suficiente. Es el perfecto modelo de responsabilidad y diligencia, la persona
ideal a quien dejarle la casa durante las vacaciones de verano. Y así, un buen
día, cuando necesita escapar de todo, decide hacer precisamente eso. Con ayuda
de una prima inglesa llamada Mary Lebone, consigue un trabajo que consiste en
vigilar casas y mascotas a lo largo y ancho de la campiña inglesa. En estos
atisbos de vidas ajenas por fin hallará las pistas necesarias para desentrañar
la suya. Con una prosa que sigue la huella de Natalia Ginzburg o Iris
Murdoch, La vida en miniatura es una novela con trazas de libro de
viajes, en el que el camino se recorre por dentro: Dorothea va cruzando los
campos de Inglaterra mientras desanda episodios clave de su pasado y aprende a
vivir su presente.
Impresiones
¡Ay, Dorothea de mis amores! No
somos conscientes que solo tenemos una vida, si la vida nos da miedo vivirla,
si pasamos por ella de puntillas, sin hacer ruido, sin romper platos, se nos
escapa y luego no se recupera ese tiempo perdido. «… Dorothea, libre».
Cincuenta y nueve años viviendo a la sombra de
sus padres, ¿por qué? Es responsable, diligente, una cuidadora nata de sus
padres, una mujer que busca la constante aprobación de los progenitores, ¿por
qué? ¿Qué ha creado esa dependencia? «La culpa surgió de los sueños sin
sentido o del sinsentido de los sueños».
«De cualquier forma, aceptémoslo,
es mucho más fácil protestar por el dinero que por desilusiones emocionales…»
Cierto,
nos cuesta hablar de nuestros sentimientos, nos cuesta gestionar nuestras
emociones, nos sentimos vulnerables y esa vulnerabilidad nos aterra, así que
camuflamos nuestros miedos bajo otra capa. Los padres de Dorothea han esclavizado
a su hija, limitado sus habilidades, cortado sus alas. Analicemos una frase más
que reveladora de por qué son así los hermanos, trabajo de psicólogo puro y
duro, «Papá, si a Enrique no le interesa pintar, a mí sí. Más adelante. Podría
ser. Vos sos mi reina, ¿sabías? ¿Alguna vez lo dije? Todos los días, pero
quiero aprender. Enrique no. Es que él no es consciente, hija, del talento que
tiene. Va a continuar nuestro apellido, lo va a perpetuar entre los grandes». No
hay peor ciego que el que no quiere ver. Un padre que anula la voz de su hija, esta
no solo busca pintar, busca tiempo con su padre, busca ser vista y reconocida
más allá de ser la reina de papá. También enfrenta a dos hermanos, uno
es más que otro, ese es el mensaje que el padre da a Dorothea. Un padre con una
visión tradicional del legado, ese apellido, ese talento solo es del varón,
ella es la reina, ¿es afecto? No lo tengo muy claro, desvía los intereses y
deseos de su hija, que son los mismos que los suyos, pintar, aprender y seguir
con el legado del padre, pero ella no es buena, ella no tiene la aprobación del
padre. Veis como va calando el mensaje, desde la infancia, desde los ocho años
escuchará esta letanía. Pero ojito, esa misma presión la ejerce sobre su hijo,
él no es consciente del talento que tiene, ¿no es consciente o no le
gusta la pintura? Presión, vas a continuar pintando, te guste o no, seguirás
con mi legado y SERÁS MEJOR QUE YO. Esas expectativas de los padres, porque la
madre secunda cada palabra del padre «… lo puso boca abajo…» (62) este
gesto de la madre, no prestando atención al dibujo que le regala su hija es el
punto de inflexión de Dorothea «No volví a mostrarles otro dibujo a ellos», igual
que fue un dibujo, es un problema, un miedo, un sentimiento…, se rompió la
comunicación, ocasionan en los hijos frustración, resentimiento y una constante
búsqueda de validación.
Hay frases muy potentes dentro de
esta novela que merecerían su espacio y tiempo, pero nos alargaríamos mucho, os
dejo una cuantas:
«Ya es tarde, tengo cuarenta
años», si le parecía tarde con cuarenta y no inició esa relación, ¿con
cincuenta y nueve? Pura desesperanza, las oportunidades perdidas.
«No lloré. No lloraba. Llorar era
para las madres cuando los hijos se portaban mal y el marido se enojaba». Enseñar
a reprimir las emociones es lo más desolador, somos, los seres humanos somos,
pura emoción, negar eso, castrar esas muestras, es limitar lo que somos.
«A veces el lenguaje tiene
techos bajos y paredes demasiado estrechas…», cuando alguien no encuentra
las palabras para expresar lo que siente, se encuentra en los extremos de las
emociones, recuerdo a Virginia Woolf en la etapa más triste de su vida, donde
decía precisamente, «no encuentro las palabras».
Es un viaje que nos señala lo
importante que somos los padres en la vida adulta de nuestros hijos, ojo también
os digo, no tenemos que vivir eternamente con esa carga, nadie nos obliga a perpetuar
errores. Es un viaje a la autoafirmación. Leyendo esta novela se me encogía el
corazón, cientos de personas, hombres y mujeres, más las segundas que los primeros, por supuesto, pasan la vida de puntillas, sin hacer ruido. Un día despiertan
para recuperar su espacio y la voz, como en el caso de Dorothea, que les fue negada.
¿Qué ha creado esa dependencia? Leed, Mariana Sández lo narra perfectamente. La
culpa nace de todo aquello que dejamos de hacer, de los sentimientos que no
exploramos. El impacto de la crianza, la búsqueda de la identidad y nunca es
tarde para vivir, son los temas principales de esta novela.
¡Feliz lectura!
Autora
Mariana Sández nació en Buenos
Aires y vive en Madrid. Es escritora, periodista y gestora cultural.
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