El conde Lucanor de don Juan Manuel, príncipe de Villena
Hi
El conde Lucanor es una obra escrita
entre 1331 y 1335 por don Juan Manuel, príncipe de Villena, nieto del
rey Fernando III de Castilla. A lo
largo de mi dilatada vida de lectura en grupos con adolescentes, raro ha sido
el año que el cuento II: Lo que sucedió a un hombre bueno con su hijo, no
haya caído hasta dos veces.
Parece que todos tenemos derecho a opinar en todo. Es cierto que es un derecho, pero no debemos ejercerlo siempre, muchas veces es un alivio no hacerlo y limitarnos a leer sin más. No somos los guardianes de la moralidad, ni nuestros pensamientos son universales. Sobre todo, si nadie nos la pide, a razón de esto algo que me sucedió no hace mucho. Cuando yo pongo mis impresiones sobre una lectura, los comentarios están abiertos, y recibo frases como: no es para mí, no me gusta, no lo voy a leer, no me enganchó… En un perfil, leí una reseña negativa de un libro que a mí me gustó y entretuvo, dejé mi opinión favorable sobre él, me contestó, noté que no le gustó que la llevase la contraría, que no fue tal cosa, escribí lo que me había enganchado. Al día siguiente me escribe por privado: No tengo que justificar ante ti y ante nadie mi opinión de que es una mierda. No la conozco, era la primera vez que interactuaba con la cuenta, si pones: os leo, ¿qué os pareció?, doy por hecho que el hilo de opinar está abierto. En fin. "El que sabe cree que no sabe; el ignorante es el que cree saber".
Siempre hay alguien que encuentra un motivo para
criticarnos, por lo tanto, haced lo que consideréis sin intentar complacer a
otros o esperar la aprobación de todos. Tened en cuenta, que siempre estamos expuestos
a críticas, hay que curtirse y el que nos critica lo hace desde su realidad, que nada tiene que ver con la nuestra, sus experiencias, no son las nuestras y sus valores, difieren seguro de los nuestros. Os dejo un resumen del cuento que sería una gran
lectura con los más pequeños de la casa, porque aunque sea de la Edad Media, es de rabiosa actualidad:
Este buen hombre y su hijo eran
labradores y vivían cerca de una villa. Un día de mercado dijo el padre que
irían los dos allí para comprar algunas cosas que necesitaban, y acordaron
llevar una bestia para traer la carga. Y camino del mercado, yendo los dos a
pie y la bestia sin carga alguna, se encontraron con unos hombres que ya
volvían. Cuando, después de los saludos habituales, se separaron unos de otros,
los que volvían empezaron a decir entre ellos que no les parecían muy juiciosos
ni el padre ni el hijo, pues los dos caminaban a pie mientras la bestia iba sin
peso alguno. El buen hombre, al oírlo, preguntó a su hijo qué le parecía lo que
habían dicho aquellos hombres, contestándole el hijo que era verdad, porque, al
ir el animal sin carga, no era muy sensato que ellos dos fueran a pie. Entonces
el padre mandó a su hijo que subiese en la cabalgadura.
»Así continuaron su camino hasta
que se encontraron con otros hombres, los cuales, cuando se hubieron alejado un
poco, empezaron a comentar la equivocación del padre, que, siendo anciano y
viejo, iba a pie, mientras el mozo, que podría caminar sin fatigarse, iba a
lomos del animal. De nuevo preguntó el buen hombre a su hijo qué pensaba sobre
lo que habían dicho, y este le contestó que parecían tener razón. Entonces el
padre mandó a su hijo bajar de la bestia y se acomodó él sobre el animal.
»Al poco rato se encontraron con
otros que criticaron la dureza del padre, pues él, que estaba acostumbrado a
los más duros trabajos, iba cabalgando, mientras que el joven, que aún no
estaba acostumbrado a las fatigas, iba a pie. Entonces preguntó aquel buen
hombre a su hijo qué le parecía lo que decían estos otros, replicándole el hijo
que, en su opinión, decían la verdad. Inmediatamente el padre mandó a su hijo
subir con él en la cabalgadura para que ninguno caminase a pie.
»Y yendo así los dos, se
encontraron con otros hombres, que comenzaron a decir que la bestia que
montaban era tan flaca y tan débil que apenas podía soportar su peso, y que
estaba muy mal que los dos fueran montados en ella. El buen hombre preguntó
otra vez a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos, contestándole
el joven que, a su juicio, decían la verdad. Entonces el padre se dirigió al
hijo con estas palabras:
»—Hijo mío, como recordarás,
cuando salimos de nuestra casa, íbamos los dos a pie y la bestia sin carga, y
tú decías que te parecía bien hacer así el camino. Pero después nos encontramos
con unos hombres que nos dijeron que aquello no tenía sentido, y te mandé subir
al animal, mientras que yo iba a pie. Y tú dijiste que eso sí estaba bien.
Después encontramos otro grupo de personas, que dijeron que esto último no
estaba bien, y por ello te mandé bajar y yo subí, y tú también pensaste que
esto era lo mejor. Como nos encontramos con otros que dijeron que aquello
estaba mal, yo te mandé subir conmigo en la bestia, y a ti te pareció que era
mejor ir los dos montados. Pero ahora estos últimos dicen que no está bien que
los dos vayamos montados en esta única bestia, y a ti también te parece verdad
lo que dicen. Y como todo ha sucedido así, quiero que me digas cómo podemos
hacerlo para no ser criticados de las gentes: pues íbamos los dos a pie, y nos
criticaron; luego también nos criticaron, cuando tú ibas a caballo y yo a pie;
volvieron a censurarnos por ir yo a caballo y tú a pie, y ahora que vamos los
dos montados también nos lo critican. He hecho todo esto para enseñarte cómo
llevar en adelante tus asuntos, pues alguna de aquellas monturas teníamos que
hacer y, habiendo hecho todas, siempre nos han criticado. Por eso debes estar
seguro de que nunca harás algo que todos aprueben, pues si haces alguna cosa
buena, los malos y quienes no saquen provecho de ella te criticarán; por el
contrario, si es mala, los buenos, que aman el bien, no podrán aprobar ni dar
por buena esa mala acción. Por eso, si quieres hacer lo mejor y más
conveniente, haz lo que creas que más te beneficia y no dejes de hacerlo por
temor al qué dirán, a menos que sea algo malo, pues es cierto que la mayoría de
las veces la gente habla de las cosas a su antojo, sin pararse a pensar en lo
más conveniente.
»Y a vos, Conde Lucanor, pues me
pedís consejo para eso que deseáis hacer, temiendo que os critiquen por ello y
que igualmente os critiquen si no lo hacéis, yo os recomiendo que, antes de
comenzarlo, miréis el daño o provecho que os puede causar, que no os confiéis
sólo a vuestro juicio y que no os dejéis engañar por la fuerza de vuestro
deseo, sino que os dejéis aconsejar por quienes sean inteligentes, leales y
capaces de guardar un secreto. Pero, si no encontráis tal consejero, no debéis
precipitaros nunca en lo que hayáis de hacer y dejad que pasen al menos un día
y una noche, si son cosas que pueden posponerse. Si seguís estas
recomendaciones en todos vuestros asuntos y después los encontráis útiles y
provechosos para vos, os aconsejo que nunca dejéis de hacerlos por miedo a las
críticas de la gente.
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